Para hablar del tequila debemos transportarnos hasta tierras mexicanas, más concretamente hasta uno de los treinta y un estado que junto a Distrito Federal componen México, Jalisco. En este estado occidental del país se encuentra Tequila, el municipio que da nombre al tequila, el destilado que nos ocupa.

El tequila es un aguardiente o destilado que se elabora a partir de una destilación de mosto fermentado procedente del mezcal, el corazón del agave azul, una especie de planta suculenta perteneciente a la familia de las agaváceas.
La historia del tequila
La historia del tequila probablemente se remonta a mediados del siglo XVI, cuando alguno de los colonos españoles decidió dar uso al corazón del agave azul dados los azúcares que contenía, una parte tal vez desaprovechada de la planta, ya las hojas, por ejemplo, servían para fabricar herramientas punzantes, construir tejados o hacer cuerdas.
Al principio las autoridades fueron reacias a esta bebida y, sobre todo, celosas con la buena salud de la importación de bebidas españolas a América, por lo que el tequila se prohibió. Pasado un tiempo, la producción clandestina del destilado, la popularidad y, también, la falta de recursos económicos del gobierno colonial, obligaron a las autoridades a autorizarlo y aplicar, por supuesto, el correspondiente impuesto.
Tras esta regularización, y a lo largo de los años, el tequila fue alzándose como exponente del municipio de Tequila, de la región de Jalisco y, finalmente, de México, convirtiéndose en mucho más que la bebida nacional.