
En Estados Unidos parece que el tequila empieza a pegar fuerte. Como dice un reportaje en el The New York Times: el tequila puede ser "el nuevo coñac". No en vano, el pasado año el tequila incrementó sus ventas un 12,5 % en el país y parece que la tendencia continúa al alza.
Al igual que en otro tiempo el vodka triunfase espectacularmente en Estados Unidos, el tequila sigue el mismo camino con un plus que no tuvo el vodka ni tienen otras bebidas: su poca presencia en el mundo de la coctelería.
Y el tequila está ausente no porque sea una mala bebida, no porque disguste a los bármanes o no porque desincentive la creatividad; no está porque su incursión en el territorio estadounidense se produjo en la década de los 60 y 70, años en los que la coctelería no interesaba. Esto es, sin duda, un atractivo mayúsculo para los bartenders: con el tequila falta mucho por experimentar y mucho por crear.

A esta gran baza que puede jugar el tequila se suman otras como la que mencionábamos al principio: puede ser el nuevo coñac. Los tequilas más envejecidos, añejos y extra añejos, poseen particularidades que pueden rivalizar con las características organolépticas de algunos coñac e incluso de algunos whiskies, salvando las distancias obvias.
Con este panorama, un boom por el tequila en Estados Unidos y otros rincones del planeta podría desatarse. Por el bien de la bebida nacional mexicana y su futuro, esperamos que así sea.